Frases de San José Marello

Ser extraordinarios en las cosas ordinarias.

Hacer el bien en el silencio, y la caridad siempre.

No basta sólo cautivar el intelecto si, a la vez, no se da una educación cristiana a la juventud.

Por más que las escuelas se están multiplicando, los padres y madres siguen con su obligación, de ser ellos mismos los primeros, en hacer todo para la buena instrucción de los hijos.

Todos los predicadores y todos los maestros que haya, no podrán dar tanto a sus hijos, como pueden ustedes, padres y madres.

Desde su nacimiento, los hijos tienen el derecho de ser colmados de la más solicitada atención.

El camino de los preceptos es largo, mientras que el de los ejemplos, es corto y eficaz.

Jesús y María fueron convidados a una celebración de bodas y, de buena gana, comparten la alegría de la fiesta aquella familia.

Observamos cómo Jesús y María no están serios, austeros y rígidos en aquel banquete, como a veces se imagina que exige la santidad.

La verdadera santidad tiene que ser dulce, adaptable, universal y múltiple.

Jesús quiere que cada uno se santifique, según el espíritu que lo anima, y según su propia personalidad.

...Si uno es alegre y expresivo por naturaleza, ¿por qué debería forzarse a estar grave, serio y austero?

Hay que estar tranquilos también con respecto a nuestra vida espiritual...

Los niños se caen y se levantan pronto. El Señor se sirve de los instrumentos más débiles para hacer las obras más grandes.

Al socorrer a las almas del purgatorio, hacemos al Señor nuestro deudor.

Nuestro fervor debe ser tal que aspiremos no solamente a hacernos santos, sino grandes santos.

María Santísima es el camino para ir a Jesús. Todos los Santos fueron devotos de María. Cottolengo tenía confianza ilimitada en ella y, en las estrecheces y necesidades extraordinarias, decía a María: "Manifiesta tu poder de forma extraordinaria".

Pidamos a María Santísima aquella alegría que viene de la tranquilidad de conciencia y de la paz del corazón: "Causa nostrae laetitiae."

El Corazón de María es el reflejo del Corazón de Jesús.

La mortificación es el alfabeto de la perfección.

Lo que el amor de madre hace en los pequeños, el amor de Dios hace en nosotros.

El abandono total a la Providencia constituye el grado más alto de la perfección.

Pidamos a San José la familiaridad y la unión íntima con Jesús.

El amor se alimenta de sacrificios.

San José, protector de la vida interior, hazte mi Maestro.

En la oración, estará bien no hablar demasiado al Señor, sino presentarnos a Él como niños que se quedan con la boca cerrada y escuchan.

Cuando se tiene que corregir, primero hay que rezar al Espíritu Santo, y luego decir las cosas.

Quien tiene paciencia en todo lugar, no hace poco.

Hay que tener paciencia con nosotros mismos también.

La tristeza es enemiga del bien.

Recordemos las palabras de Santiago: "El que sufra, que rece". Sucede a veces que nos encontramos casi sofocados por esta tristeza interior, que quiere poseernos totalmente...

Creer, esperar, amar: esto es vida.

Cuando estamos lejos de Dios, nada puede llenar nuestro corazón.

Dios proveerá. ¿Acaso no nos lo ha dicho en los términos más claros: "¿Arroja en el Señor toda tu carga, porque Él te sostendrá?

Cuando sintamos nuestro corazón endurecido, vayamos a sacar algo de dulzura del Corazón de Jesús.

El trabajar, cansarse y ayudar a los demás es también un ejercicio de pobreza.

Todos los Santos fueron devotos de María.

En el paraíso, sí estaremos satisfechos, como el agua que -al fin- llega al mar.

Aunque cayeran el cielo y la tierra, estar tranquilos.